Mientras los Lakers ríen con el presente de Doncic, los Mavs aún sufren las consecuencias del trade y su novato estrella admite que jamás en su vida perdió tanto.
La temporada recién comienza, pero en Dallas ya se siente el frío del fondo de la tabla. Los Mavericks cayeron 101–99 ante New Orleans y sumaron su tercera derrota consecutiva, quedando con un 2–6 que los hunde en el Oeste. La caída duele más por el contexto: los Pelicans, que venían sin victorias, y los Wizards, con récord 1–7, celebraron sus únicos triunfos en Texas.
En medio del caos, Cooper Flagg fue la nota positiva. El novato firmó su mejor actuación en la NBA con 20 puntos, 9 rebotes, 3 robos y 2 tapas. Falló el tiro final, sí, pero fue él quien tomó la pelota del destino, un gesto que dice más de su carácter que de las estadísticas. “Nunca había perdido tanto”, confesó tras el partido. “No es divertido, quiero cambiar esto”.
El número uno del draft nunca había conocido un arranque así: en secundaria acumuló un 77–4 y en su paso universitario, un 35–4. En apenas ocho juegos con los Mavs, ya perdió más veces que en años enteros de carrera amateur. La adaptación al ritmo NBA —con derrotas, presión y viajes constantes— lo está curtiendo a la fuerza.
Dallas, por su parte, aún paga la factura del traspaso que envió a Luka Doncic a los Lakers, donde el esloveno brilla y su exequipo se desangra con Davis lesionado. Jason Kidd intenta mantener la calma, pero el termómetro interno marca alarma. La reconstrucción gira ahora en torno a Flagg, el joven que deberá aprender a liderar no sólo cuando gana, sino también cuando todo se derrumba alrededor.