El base español lleva un gran comienzo de temporada con Joventut, su segunda casa, y repasó lo que lo llevó a tomar la decisión del regreso después de más de un año sin jugar.
Ricky Rubio volvió después de más de un año a jugar con Joventut y disfruta a sus 35 años después de más de uno sin jugar profesionalmente. “Tomé la decisión muy dura de darme un año entero sin jugar. Cada día notaba la retirada más cerca…” contó en Cadena SER.
A su vez, agregó que la única opción era volver a Badalona: “O salía lo del Badalona o me retiraba, porque no le veía otro sentido a seguir jugando”. Y remarcó que es el momento donde más ha disfrutado del deporte, “Antes iba a los partidos casi con miedo. La tensión aún la tengo, pero era una presión que no le recomiendo a nadie. Cada partido era un examen y no disfrutaba. Ahora los veo con otra perspectiva y los números están siendo casi mejores que en otras temporadas. Pero no es eso… Es cuestión de actitud, de divertirme y estar presente en el momento”.
En este sentido afirmó que “el deporte no es sólo jugar, es dejar un legado dónde me dieron la oportunidad de formarme y crecer. Y quiero dejar ese legado para los que vienen después”.
Repasando la decisión que lo llevó a volver, contó qué le sucedió para confirmar que estaba para ese regreso a la actividad: “Cuando terminé en el Barcelona hablé con el Joventut, pero tenía esas sensaciones de que aún no estaba funcionando. Así que en agosto tomé una decisión muy dura: darme un año entero, pasara lo que pasara. Y es muy duro, porque durante ese tiempo, cada día se acerca más la retirada, lo noto, pero lo lucho para aguantar hasta junio y tener un año entero. En abril me pasan cuatro o cinco cosas que parecía que estaban hablándome, y decidí escuchar. En mayo dejé que esa sensación creciera dentro de mí y a finales de mayo, aunque no estaba 100% seguro, tomé la decisión”.
Y allí recordó que hubo 4 o 5 cosas que le pasaron: “Son cosas que, aisladas, no tienen mucho sentido. Además, cinco cosas en cinco días seguidos. La primera fue una charla con un inversor, que tengo un negocio con él, que hablamos de todo menos el negocio… Se desencadenaron cosas que me estaban enviando una señal, me encontré con una persona del club que hacía tiempo que no veía y mucho más. Empezó a crecer esa semilla y yo estaba esperando una señal, porque no me atrevía a decir que había llegado el final. Lo hablo mucho con mi psicóloga: en la vida no hay finales de película, pueden ser malos. Realmente yo sentía que quería, pero ya no podía jugar más al baloncesto, porque tenía unos mecanismos inculcados durante 18 años. Así que esto me lo estoy tomando como una segunda carrera, eso sí, con 35 años”.